Existe una escena que es común para aquellas personas que habitan los alrededores de la iglesia de San Hipólito los días 28 de cada mes: caos vial provocado por el cierre parcial de la avenida Hidalgo, mayor conglomeración de personas dentro de la estación Hidalgo del Metro, el aumento de puestos ambulantes dedicados a la venta de flores, comida y artículos religiosos y el arribo de miles de feligreses que acuden a este recinto religioso para venerar al santo de las causas difíciles: San Judas Tadeo.
Ubicado en la esquina de las avenidas Reforma e Hidalgo, el templo de San Hipólito se ha convertido en un punto de referencia para aquellos fieles que tienen su devoción puesta en “San Juditas” , y que vienen de diversos lugares del Distrito Federal y otros estados (como Veracruz y el Estado de México) para agradecer los milagros que el santo les ha concedido o bien para pedirle favores. El mayor afluente de personas ocurre el 28 de Octubre, día de la fiesta oficial del santo, en el que los cohetes empiezan a sonar desde la madrugada y las misas se celebran cada hora a partir de las cinco de la mañana hasta las ocho de la noche.
El fervor hacia San Judas en este lugar no es, sin embargo, algo tan antiguo como el inmueble que lo acoge. El culto hacia el apóstol tuvo su auge durante la segunda mitad del siglo XX, gracias al impulso que le dieron los Misioneros Claretianos, encargados de esta iglesia desde 1892. Si bien ahora todos los que vivimos en la zona centro de la capital del país conocemos el templo y la festividad que en él se lleva a cabo, muy pocos de los que acuden al recinto saben quién es el verdadero patrono del lugar y la celebración que antiguamente se llevaba a cabo en él.
La iglesia de San Hipólito albergó desde el siglo XVI una de las festividades más importantes llevadas a cabo durante el virreinato de la Nueva España: el llamado paseo del pendón. Esta celebración consistía en el desfile solemne del emblema de la ciudad, auspiciado por el Ayuntamiento. El pendón era sacado de las Casas de Cabildo y trasladado hacia la Plaza Mayor, desde donde partía hacia la calzada de Tacuba, para llegar al templo de San Hipólito y ser colocado en un sitio especial en donde reposaría durante la celebración de la misa.
En esta marcha participaban el Virrey, los miembros de la Real Audiencia, el Ayuntamiento, las cofradías, los gremios, caballeros y nobles quienes recordaban con solemnidad los principales eventos que habían desembocado en la conquista de Tenochtitlán y en la victoria de los españoles sobre los mexicas. Dicha fiesta amalgamaba la política y la religión, pues se desenvolvía cada 13 de Agosto, fecha en la que se consumó la caída de Tenochtitlán, con la aprehensión del tlatoani Cuauhtémoc, tal y como lo relata Bernal Díaz del Castillo en su Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España.
El paseo del pendón se desarrolló a lo largo de los tres siglos del virreinato hasta que decayó durante el siglo XIX, después de la Consumación de la Independencia. A pesar de ello, el templo se mantuvo en pie junto con el nombre del santo que por tanto tiempo fue celebrado y que ahora subyace tras el festejo a otra imagen sagrada.
Ante esto, podemos darnos cuenta de que un hecho que ahora vemos como cotidiano dentro de la dinámica religiosa de la capital del país, como lo es el gran culto a San Judas Tadeo dentro de la iglesia de San Hipólito, no ha estado ahí desde siempre. Vale la pena rescatar el pasado histórico que envuelve a este espacio religioso, pues a pesar de que ya no se celebra a la misma advocación, el lugar sigue manteniéndose como un centro de fe de gran peso para los mexicanos.
[note]Baca Plasencia, Francisco “El paseo del pendón en la Ciudad de México en el siglo XVI”, Tesis de Maestría en Historia, Universidad Iberoamericana, 2009, 148 pp., (Consultada en http://www.bib.uia.mx/tesis/pdf/015165/015165.pdf).[/note][note]Díaz Castillo del, Bernal, “Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España, (Consultado en http://www.historiadelnuevomundo.com/docs/Conquista-Nueva-Espana-Bernal-Diaz-del-Castillo.pdf).[/note][note]Ortiz Gómez Octavio, “Si de hacer milagros se trata…” en Revista de la Universidad, No. 514, Noviembre 1993, p. 42-47, (Consultada en http://www.revistadelauniversidad.unam.mx/ojs_rum/files/journals/1/articles/13909/public/13909-19307-1-PB.pdf).[/note]
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