Pequeña nota sobre la soledad


Elegí mi soledad.

Por un proceso monstruoso

que quizás podría revelar

sólo un sueño soñado dentro de un sueño…

Las hermosas banderas, Piere Paolo Pasolini.[1]

El anterior fragmento del poema de Pasolini da cuenta de lo que a ojos de la autora de este breve texto es uno de los aspectos fundamentales de la soledad humana [2]: ser partícipe de ella por elección propia. Es posible que para ninguna persona, sin importar cuál momento de la vida atraviese, resulte desconocido el sentimiento de hartazgo o cansancio que se hace presente luego de que, al paso del tiempo y la presencia de conflictos de la cotidianidad, consiguen fomentar el aburrimiento e incluso mermar en alguna medida el ánimo de convivir con quienes le rodean. Si bien es cierto que este hastío no siempre ha sido motivo único para buscar una pausa en las actividades (pues esto también se hace presente pese a tener resueltos los asuntos diarios), sí suele aparecer como el punto en que se recurre a la búsqueda del silencio absoluto y se ve con cierta comodidad el no tener que relacionarse con alguien más, al menos durante un  lapso de tiempo.

¿Pero qué es lo que puede ocurrir cuando el aislamiento le obliga a convivir con usted mismo? No descartemos pues, que la llegada de ese instante ‒la soledad elegida‒, puede significar uno de los momentos más tensos y desafiantes a nivel emocional y mental, porque entre otras cosas, es capaz de permitir la fuga de los demonios más aterradores que habitan nuestro ser y obligarnos a llevar a cabo el balance de los actos. Es así como en ocasiones se da inicio a los cuestionamientos sin respuesta relacionados al rumbo de nuestras vidas.

Tengamos presente que elegir instantes de soledad no siempre es un simple acto de escapismo, aunque por momentos use ese disfraz, pues hasta de ese tipo de episodios han emanado momentos inigualables de inspiración en las personas indicadas, que han heredado a la humanidad destellos de genialidad en forma de arte, filosofía, ciencia, etcétera.

Sin embargo, también es recomendable ser precavidos al momento de tener encuentros con ella, invitarla sí, cuando en nosotros exista la debida fuerza y calma para dominarla,  sacarle el debido provecho y no temerle. Digamos que ese último aspecto es el más relevante, y es que de él proviene no temerse a uno mismo ni al análisis de lo que ocurre en nuestro entorno. Pensemos pues, como escenario ideal la siguiente imagen: un hombre de edad avanzada que puede mirar sin remordimiento hacía su pasado y esperar con serenidad su futuro, acompañando con sus  pensamientos el presente que habita.

Pido así, al amable lector que no se tome esta pequeña nota sobre la soledad como un instructivo para sobrellevar la misma, y mucho menos como otro de esos panfletos cuya temática central es “la superación personal”, contrario a eso, espero lo encuentre como un pequeño vistazo al significado que la mente de esta autora ha dado a esa experiencia.

No obstante, sí cabe el atrevimiento de recomendar que la travesía por esta etapa  sea amenizada o manejada con ayuda de la imaginación, o mediante el ejercicio de la lectura, la escritura o la apreciación de cualquier arte, e incluso, a través de la crítica de los hechos próximos a nuestra realidad. Así se dará cuenta que otros han emprendido la misma aventura y que al final del día no hay soledad absoluta, al menos no por tanto tiempo.

[1] Pier Paolo Pasolini, Las hermosas banderas, (Texto disponible en Poesía moderna No. 61, Material de Lectura UNAM).

[2] No se pretende mezclar la soledad planteada en este escrito con algún elemento característico de lo que los expertos en el tema han diagnosticado como depresión.

Viridiana Ramírez Neria