De pequeños, muchos de nosotros crecimos con las fantásticas historias que nos contaban sobre Robin Hood, famoso forajido inglés que luchaba contra la tiranía del rey Juan sin Tierra y del malvado Sheriff. Ellos asolaban con altos impuestos a los pobres aldeanos del pueblo de Nottingham, mientras Robin y su banda –ayudados por Lady Marian– vagaban por el bosque de Sherwood, robando a los ricos para dárselo a los pobres, convirtiéndose así en el “modelo internacional del bandolerismo social” (Hobsbawm, Bandidos, p.35). Como antagonista de la nobleza, Robin de los bosques portaba un gran arco largo (longbow), arma predilecta de los comunes para cazar y defenderse de los males del mundo; y con ello, no sólo nos referimos a las bestias fantásticas que poblaban el imaginario medieval, sino también del malvado señor feudal, que ataviado con su fuerte armadura y gran espada, reclamaba su derecho sobre todos las cosas del reino. En palabras de Jacques Le Goff (Hombres y Mujeres en la Edad Media, p. 406), Robin Hood “representa una figura social positiva opuesta a la del caballero: es el defensor de los humildes y de los pobres”.
Hablemos pues de la historia de una de las armas más importantes desarrolladas por el hombre, cuya efectividad –sumada a tácticas y estrategias eficientes– les brindó tantas victorias a los ingleses en sus guerras medievales.

Orígenes foráneos
Robin Hood se ha presentado como el estereotipo del arquero inglés, convirtiendo al arco largo en el arma nacional de Inglaterra. Al mismo tiempo, resulta paradójico que esta arma tan querida por los ingleses, en realidad haya sido tomada de uno de sus enemigos más aguerridos, los galeses.
Sin embargo, no debemos creer que el arco largo fue un invento de origen exclusivamente británico. Ejemplos de este ingenio los encontramos a lo largo de la franja norte de Europa, pero sin que tuvieran mayor importancia para esas civilizaciones, y sin posibilidades de sustituir la ballesta, el arma de largo alcance más difundida en el continente. Se cree que el arco largo llegó a Inglaterra después de la invasión normanda de Guillermo el Conquistador, y según historiadores como Jim Bradbury (The Battle of Hastings, p. 50), es muy posible que en la batalla de Hastings se hubieran utilizado variantes de este tipo.

Después de la instalación de los reyes normandos, el arco largo se difundió por Inglaterra, volviéndose una herramienta de cacería y de uso común para la población, pero sin recibir demasiada importancia en el aspecto militar. Aun tendremos que esperar un poco más para observar el poder destructivo del arco largo en las grandes guerras inglesas.
¿El arma predilecta de los ingleses?
Aunque las baladas de Robin Hood se centraron entre los siglos XII y XIII, la primera mención del personaje no aparece sino hasta mediados del siglo XIV, en el poema de William Langland, Piers Plowman. Igualmente, las representaciones visuales son muy tardías, al menos hasta los siglos XV y XVI, en las que aparece sujetando un arco largo inglés. Es curioso que su leyenda comenzara a difundirse en un contexto tan álgido como la Guerra de los Cien Años, en la que el panorama político generaba el incremento de los impuestos en Inglaterra, mientras que en lo militar, el triunfo de los arqueros del ejército inglés en contra de la caballería feudal francesa retumbaba por toda Europa.
Ahora bien, los reyes normandos y plantagenet (hasta 1300) nunca mostraron gran interés en levantar importantes contingentes de arqueros para sus ejércitos. Es bien sabido, por ejemplo, el gusto que tenía Ricardo Corazón de León por contratar ballesteros para sus guerras en Francia y para su Cruzada en Tierra Santa; y cuando fue muerto por un disparo de ballesta, sus contemporáneos vieron en la tragedia una especie de “castigo divino” por el uso indiscriminado de esta arma en contra de los europeos –en el tercer concilio de Letrán 1139 se prohibió el uso de ballestas contra los cristianos–.
A pesar de las prohibiciones del papa, la fácil utilización y barato costo de la ballesta no dejaron de seducir a los reyes ingleses, quienes veían esta arma mucho más efectiva para la guerra de sitio –forma de combatir mucho más generalizada en la Edad Media que la guerra campal–. Sería hasta mediados del siglo XIII cuando se presentó uno de los primeros indicios de un interés real por los arqueros en Inglaterra. En 1252, Enrique III (1207-1272) promulgó nuevas ordenanzas para el reclutamiento de tropas, en las que se especificaba el armamento que las tropas debían portar en caso de ser requeridos por el rey. Así por ejemplo, los que tuvieran rentas de tierra de entre 100 y 40 chelines, debían portar espada, daga, arcos y flechas; mientras los que tenían rentas menores a 40 chelines, sólo deberían de llevar arco y flechas (Robert Hardy, Longbow…, p. 38). Sin embargo, vale la pena enfatizar que estos contingentes en realidad no tenían una participación importante durante los conflictos, y más bien servían sólo como apoyo a la caballería.

No sería sino hasta tiempos de Eduardo I (1239-1307) cuando realmente los arqueros de tiro largo obtendrían un papel importante en el ejército inglés, especialmente durante las guerras contra Escocia. Desde su invasión a Gales, Eduardo observó las habilidades de estos contingentes, por lo que se dio a la tarea de reclutar importantes contingentes de arqueros galeses, bien entrenados y disciplinados, que lucharan integrados junto a su caballería y a los soldados de a pie.
La efectividad que demostraron estos contingentes de arqueros en el campo de batalla fue tan importante en las guerras inglesas, que no dejaron de servir en los reyes de Inglaterra durante gran parte del siglo XIV, llegando incluso a ser convocados para las invasiones a Francia. El caso de la batalla de Crécy podría considerarse como el más emblemático, como lo demuestra el autor de Istorie Pistolesi, quien nombra a los galeses como “hombres salvajes”, pero que fueron ellos –junto con las bombardas– los que hicieron huir a los caballeros franceses (p. 459). Por supuesto, los galeses no eran los únicos arqueros que integraban el ejército de Eduardo III, pero de cualquier forma, es interesante observar cómo se extendió el mote de “galeses” para generalizar las tropas de arquería. Si Eduardo I fue el padre de la táctica de arquería inglesa, su nieto sería el comandante que perfeccionó el modelo militar de combinación de armas, convirtiéndolo en uno de los más efectivos de su tiempo.
Ahora sí, llega el arco largo inglés.
Eduardo III no sólo fue el primer rey inglés en derrotar a los franceses en una batalla campal utilizando tácticas de arquería y combinación de armas, sino que además sentó las bases para la generalización del arco largo como el arma insignia del ejército inglés. Tenemos pues que, para 1363, se promulgó la Ley de Arquería, en la que se especificaba que todos los hombres estaban obligados a practicar el tiro con arco, tanto los domingos como los días festivos. El arco largo ya no era un arma que se practicaba algunos meses antes de la guerra o para la caza, sino que ahora formaba parte de la vida comunal inglesa.
Para tiempos de Enrique V, más de una generación de arqueros experimentados había demostrado su valía como excelentes arqueros, no sólo en las guerras contra Francia y Escocia, sino también en los conflictos italianos, en el que las tropas inglesas habían participado como mercenarios –la Compañía Blanca es el ejemplo más emblemático–. También dos de los tres condados más importantes que proporcionaban arqueros al rey se encontraban en territorio inglés: Lancashire y Cheshire, mientras que el tercero, Gales, se encontraba dividido en lealtades hacia el norte y por el sur (los leales a Enrique V).

Estos tres condados levantaron el mayor número de arqueros ingleses que serían embarcados hacia Francia –aproximadamente 1.300 (Anne Curry, Agincourt…, pp. 60-61) –, para después luchar y triunfar en la batalla de Agincourt, desenvolviéndose eficaz y disciplinadamente. Finalmente el arco largo había sido adoptado por los ingleses, y no sólo desde una perspectiva estratégica, sino que además había conquistado el imaginario colectivo de la sociedad, heredando a la posteridad un elemento invaluable de la historia de Inglaterra.
Robin Hood representa precisamente eso, la adopción de un arma extranjera por toda una civilización, hasta el punto de construir toda una cultura popular en torno a ella. Forajido, protector del pueblo, antagonista de la nobleza. Robin Hood es un hombre fuera de la ley, que cuida al pobre y combate al opresor; pero sobre todas las cosas, Robin Hood es arquero, y el mejor arquero del mundo es inglés.