Lucius Beebe, columnista de New Herald Tribune durante la década de los veinte y los treinta, creó el término Café Society haciendo referencia a la Beautiful People o Bright Young People que se reunía en los cafés (o restaurantes) de moda de finales del siglo XIX e inicios del XX; los rimbombantes festejos eran una práctica recurrente en París, Londres y Nueva York, entre otras ciudades más. Fue en ese contexto de opulentas fiestas, de la época dorada Hollywood, y de un nostálgico recorrido por Nueva York y Los Ángeles, que se ubica la más reciente cinta del director Woody Allen, presentada en el festival de Cannes y que, después de su paso por Europa, ahora se desenvuelve con mucha más tranquilidad y confort en este lado del océano.
Bobby Dorfman (Jesse Eisenberg) es un joven que se muda del Bronx a Los Ángeles con tal de mejorar su porvenir y emprender una carrera que le asegure un futuro digno; para ello acude a su tío Phil (un increíble Steve Carrell), quien es un exitoso agente del medio cinematográfico. Después de muchos infortunados intentos para reunirse con él, logra hacerlo tras una llamada de la madre de Bobby (Jeannie Berlin). Phil accede a que su sobrino trabaje con él presentándole a su asistente Vonnie (una radiante Kristen Stewart) con el fin de mostrarle a Bobby la ciudad para que se familiarice con la grandeza de Los Ángeles. Siendo éste el inicio de un amorío entre Bobby y Vonnie que derivará en un triángulo amoroso a la vieja usanza, en donde tío y sobrino están enamorados de la misma mujer; aspecto que terminará con Bobby regresando a Nueva York para formar parte imprescindible de esta Café Society.
La película se siente como pedazos de otras películas de Woody Allen, quien constantemente vuelve a los caminos ya recorridos sin plantearse nuevos problemas. No me malentienda, esta cinta, como A. O. Scott menciona, no es Radio Days o la infame To Rome with love; tampoco llega a ser argumentalmente como Blue Jasmine; pero sí se mueve en los terrenos de Midnight París y, sin resoluciones baratas como en The Irrational Man en donde la cinta al final se salió de control.
Después de Adventurland y American Ultra, esta es la tercera película en la que comparten pantalla Eisenberg y Stewart, siendo acaso, en donde mejor acoplados se ven. Stewart está fotografiada de manera hermosa. Sin embargo, no parece del todo ubicada en la temporalidad de la película; mientras que, por otro lado, Eisenberg básicamente está interpretando a un joven Woody Allen con gran destreza verbal, inseguridad y manerismos histriónicos que remiten al director neoyorkino, (mientras que el mismo Allen funge como narrador de la historia aunque el relato se siente lento, melancólico).
La oscura comedia tiene estampas hermosas de L.A. y N.Y; en la primera ciudad hacemos el recorrido por estos opulentos lugares en donde cenas, desayunos y fiestas están más que iluminadas por la calidez del sol. Además, la cinta funge como un homenaje al mismo cine mencionando a artistas de aquella época dorada del cine como Joan Blondell, Robert Taylor, Barbara Stanwyck, Cagney y Crawford, Astaire y Rogers, siendo muy nostálgica. Incluso en N.Y. las postales de fotografía que nos regala Vittorio Storaro —otrora director de fotografía de Apocalipsis Now— parece auto-homenajear al cine de Allen; un tiro del puente de Brooklyn que hace eco a la famosa (y ya muy conocidamente romántica) imagen de Manhattan.
Argumentalmente el filme, como ya lo mencione, parece no presentar ninguna innovación, aunque sí lo hace, ya que es la primera película rodada en digital del director norteamericano, pues hasta el momento lo había hecho en analógico, lo cual usted podrá notar en la textura de las imágenes. Existe en Café Society una ejecución visual importante, bella, que difícilmente encontraremos en otras cintas de Allen, y aunque el desarrollo de la cinta pareciese desviarse demasiado en el último tercio de la trama central, el final abierto es verdaderamente hermoso, haciendo de Café Society una cinta disfrutable que quizá en otro momento de la carrera de Allen podría haber llegado a ser una pieza mayor.