Los orígenes literarios del vampiro


Una sociedad mantiene vivas sus tradiciones, miedos, creencias, porque los necesita. Entonces, ¿por qué el vampiro genera tanta atracción? Quizás porque representa la otredad, porque se encuentra entre los límites de la vida y la muerte, y porque de alguna manera el ser humano proyecta en esta figura sus deseos de inmortalidad y de liberación de las normas sociales. Pero también por la fascinación que ofrece la sangre.

Ahora bien, cuando se habla del vampiro normalmente nos viene a la mente la imagen del muerto viviente de extrema palidez, que usa capa, tiene grandes colmillos, sale de noche, huye de la luz, teme a los crucifijos, rechaza los espejos y los ajos, se puede convertir en murciélago, lobo, neblina; y, por último, puede ser destruido clavándole una estaca en el corazón. Sin embargo, estas características pertenecen a un solo vampiro: Drácula. Este personaje fue creado por el irlandés Bram Stoker y desde que la novela se publicó en 1897, ha generado un sinnúmero de adaptaciones, primero, al teatro; luego, en pleno siglo XX, al cine.

Por tanto, es imposible hablar de vampiros e ignorar sus orígenes literarios. Así pues, ¿qué es un vampiro? Al respecto Vicente Quirarte dice:

En el sentido más estricto, la palabra vampiro procede de la voz serbia wampira (wam = sangre, pir = monstruo) […] y designa al muerto que, de acuerdo con las leyendas de la Europa Central, regresa a alimentarse con la sangre ‒y, según ciertas variantes, con la carne‒ de los seres que en vida estuvieron más próximos a él. […] En el diccionario Webster de principios de este siglo, el vampiro aparece definido como: Espectro succionador de sangre o cuerpo reanimado de una persona muerta; el espíritu o el cuerpo reanimado de un muerto. Se cree que vuelve de la tumba y merodea extrayendo la sangre de personas dormidas, causándoles la muerte.(Vicente Quirarte, 1997: 23, 24, 25).

Entonces, de acuerdo con estas definiciones, un vampiro es una criatura sobrenatural (pir: monstruo), por su condición de muerto viviente (“espectro”, “cuerpo reanimado”, “monstruo”), que bebe sangre humana (wam: sangre) y a veces también se alimenta de la carne, para sobrevivir.

En su definición, Quirarte menciona que el origen de estas criaturas se encuentra en las leyendas de Europa central. En efecto, es la tradición folclórica la que empieza a hablar, definir y caracterizar al vampiro. Sin embargo esta figura se enriquece con la literatura.

A finales del siglo XVIII surge en Europa (principalmente en Alemania) una valoración por lo natural y primitivo que al parecer tiene sus orígenes en el Renacimiento[1]  y que Rousseau planteó en gran parte de su obra. Esto tendrá como consecuencia una revalorización de la cultura popular: relatos, refranes, canciones, mitos y leyendas.

Por ejemplo, es justo en esta época cuando el vampiro deja de ser proyectado como un simple espectro que regresa al mundo de los vivos, con intenciones elementales de sobrevivencia, para ser presentado, a la luz de la literatura romántica, como un caballero que seduce y enamora. Así, el carácter erótico y seductor del vampiro es una aportación de la literatura culta (el Romanticismo) y tiene sus orígenes en el llamado “amor cortés”[2].

Y es que según la tradición, nadie podrá entrar a casa de un vampiro en contra de la propia voluntad. Por su parte, aquél no podrá ingresar a otras casas sin el consentimiento de los huéspedes (al menos la primera vez, de la segunda en adelante esta criatura es libre de entrar y salir cuando quiera). Es justamente  la condición de libertad de la víctima lo que hace más interesante al vampiro, pues aquélla deberá estar convencida de que convive no sólo con un ser “normal”, sino encantador, amable, generoso; características propias del “amor cortés.”

Asimismo, para comprender la figura del vampiro literario, lo debemos hacer con relación al cristianismo y el cientificismo, porque al menos en sus orígenes (fines del siglo XVIII), surge como una antítesis y una mezcla de ambas doctrinas. Así, por ejemplo, el lobo y el murciélago son la contraparte del cordero (Cristo) y la paloma (Espíritu Santo), respectivamente. La estaca que atraviesa al vampiro además de la relación que mantiene con la cruz de Cristo, en el fondo obedece tradiciones más antiguas a la llegada del cristianismo, pues la madera recuerda, entre otras cosas, al árbol cósmico, principio regente de la vida y conexión entre el mundo divino y el terreno.

De igual modo, mientras Cristo derrama su sangre para dar vida a los demás, el vampiro la bebe para dar muerte. Además es una criatura nocturna y sexual, a diferencia del dios cristiano que es esencialmente solar y virginal. Por su parte, según la tradición, una persona se puede convertir más fácilmente en vampiro si en vida fue apóstata, asesino, suicida; o también si murió excomulgado, o sin ser bautizado.

(Continuará)

Referencias:

[1] “Nació este impulso de una idea típica del neoplatonismo renacentista: que el hombre es perfecto por naturaleza. Al “salir del divino y natural troquel”, el hombre era bueno y feliz, porque llevaba en sí, inalterados y puros, los gérmenes de lo divino. Pero después vinieron la cultura y la civilización, y con ella los afeites y las máscaras, la codicia, el fraude, las guerras, que corrompieron a la humanidad.” Frenk, 2006: 58, 59.

[2] El “amor cortés” o fin ´amor, surge a finales del siglo XI en Francia. Se le llama también feudalismo de amor, porque se funda sobre los esquemas del pacto feudal, por lo que el amante será el vasallo de la dama. Así la humildad, la cortesía, la educación y elegancia, son conductas que el enamorado (o vasallo) debe tener para con la dama. Y es que en esta época el amor es considerado un sentimiento elevado, por lo que solo los cortesanos podrán enamorase, aunque curiosamente es el amor el que los hará cortesanos.

FUENTES CITADAS

FRENK, Margit, Poesía popular hispánica: 44 estudios, México, FCE, 2006

MUÑOZ ACEBES, Francisco Javier, “El motivo de la mujer vampiro en Goethe: Die Braut von Korinth”, en Revista de filología alemana. 2008, 8, pp. 115-128.

QUIRARTE, Vicente, La sintaxis del vampiro. México, Verdehalago, 1997.

 

[note]FRENK, Margit, Poesía popular hispánica: 44 estudios, México, FCE, 2006.
[/note][note]MUÑOZ ACEBES, Francisco Javier, “El motivo de la mujer vampiro en Goethe: DieBrautvonKorinth”, en Revista de filología alemana. 2008, 8, pp. 115-128.
[/note][note]QUIRARTE, Vicente, La sintaxis del vampiro. México, Verdehalago, 1997.[/note]

Julián Saldierna Rangel