El Popol Vuh como manifestación literaria indígena y como escrito formador de identidad en la civilización Maya-Quiché


Es necesario resaltar la importancia cultural y las cualidades poco valoradas de la literatura prehispánica reflejada en el Popol Vuh, libro sagrado de los antiguos Mayas-Quiché, en el cual se plasma de manera particular la historia sobre el origen del universo, la creación del hombre y los acontecimientos pasados que explican el presente de su cultura. Estos son los aspectos que tratará el presente artículo.

El Popol Vuh se muestra, además, cómo exégesis cosmogónica pilar en la construcción de la identidad del pueblo Maya-Quiché, es decir, representa un relato mítico de las generaciones ancestrales de la cultura Maya-Quiché. Cuenta la vida de los primeros hombres que habitaron la tierra y profundiza en diversos elementos naturales característicos de la zona que habitan hoy los descendientes de estos primeros hombres hechos de maíz. En conjunto, los lugares descritos, las prácticas y/o costumbres relatadas, la explicación sobre el origen de los hombres, la concepción y denominación de sus ancestros y sobre todo de sus dioses, representan los cimientos sobre los cuales se ha construido la identidad cultural de la civilización Maya-Quiché.

Durante muchos años se ha enaltecido a ciertas culturas sobre otras consideradas menos desarrolladas, esto puede atribuirse al desconocimiento, prejuicios, posiciones eurocentristas, etcétera. Sin embargo, en los últimos años se ha dado un cambio de perspectiva en cuanto al estudio de los fenómenos sociales y de las manifestaciones artísticas, y es justamente aquí dónde podemos ubicar el valor que se le ha otorgado a la literatura prehispánica.

Este relato ha sido ubicado dentro de dicha literatura, que contiene un “conjunto de narraciones referentes a los dioses y hombres notables”[1] del pueblo Maya-Quiché y que constituye la base cultural de esta civilización, pues retrata el origen de su pueblo a través de una ficción alegórica que es compartida por todos sus miembros. La obra ha sido reconocida por expertos como una muestra de la calidad literaria; Mercedes de la Garza la define como “una obra unitaria notablemente estructurada que revela la presencia de un solo autor dotado de una extraordinaria capacidad artística”.[2]

El Popol Vuh ofrece una exégesis sobre el origen del universo desde la concepción Maya-Quiché. Sobre “la estructura retórica del relato, que muestra la fusión de un texto escrito y un texto oral, podemos afirmar que es típicamente indígena y difiere de los estilos occidentales lo que corrobora la hipótesis de que la obra es una creación indígena”[3]. Bajo esta línea podemos identificar “la vital influencia que han ejercido los mitos en la cotidiana realidad de las culturas”[4] y por ende el papel que estos relatos adquieren en la identidad colectiva.

Aunque este escrito se ha considerado como un mero relato de hechos ficticios, es en realidad la manifestación de una literatura plenamente estructurada y poseedora de una alta calidad narrativa. Debemos valorar el peculiar estilo literario de quien plasmó tal narración en el manuscrito encontrado y transcrito entre 1701 y 1703 por el religioso dominico Francisco Ximenez.[5]

Con este tipo de obras se demuestra la capacidad de reflexión y la integración de distintos sucesos fantásticos (o no), en una historia construida oralmente y redactada en papel durante el siglo XVI. En este sentido dicha obra es comparable con otras pertenecientes a la literatura griega y egipcia. Aunque en su soledad testimonial, el Popol Vuh aparece como una invención delirante de uno de los muchos mundos posibles, como expresa Pedro Donoso, no se juzga al texto por su veracidad, pero se le otorga gran valía por su calidad literaria.

Así pues, pueden variar los hechos, los nombres de los personajes, los lugares y ciertos elementos ilustrativos, pero el trasfondo refleja una realidad que le corresponde al lector y sobre todo al investigador identificar, extraer y ordenar. El estudio de los mitos es fundamental para poder entender el pasado y la realidad actual de una sociedad particular retratada en ellos; de este modo se podrá comprender de una mejor manera el imaginario colectivo de esas sociedades.

Históricamente existe un rasgo natural prevalente en éstas, es el cuestionamiento que hacen sobre su origen y la misión que tienen en el mundo, lo que responde a una necesidad fundamental inherente al ser humano que busca la comprensión de su realidad y que constituye su cosmovisión.

La cosmovisión “es una palestra que establece los parámetros de intercambio de acciones y discursos entre los miembros de una colectividad”[6] y que los dota de identidad. Bajo esta línea, la interpretación del entorno de los Maya-Quiché se ve plasmada en la narración contenida en el Popol Vuh, obra en la que podemos identificar la relación existente entre el relato mítico y la realidad social de su civilización.

Es importante resaltar que “los mitos mesoamericanos nos remiten a un periodo propio de los dioses, anterior al instante inicial y posteriormente retratan el momento de la creación del hombre cuando comienza el tiempo del mundo”[7] característica que comparten las culturas que se desarrollaron en Mesoamérica. Después de la llegada de los españoles a territorio mesoamericano, la obra fue escrita en maya y español, por ello representa “el mejor ejemplo de los documentos creados por iniciativa de los propios indígenas”.[8]

Desde el inicio describe el inicio del mundo que deviene de seres supremos, relata que la creación del hombre se dio después de varios intentos fallidos, ya que en un inicio los formadores no crearon al hombre sino a unas criaturas que los preceden, es decir, a los animales. Sin embargo, los animales no fueron capaces de demostrar agradecimiento y honor a sus creadores, ergo, el destino que les correspondería a partir de ese momento era asumir su condición de seres inferiores.

Hunahpu e Ixbalanqué en el juego de pelota. Fuente: Vaso K1209 de la colección Justin Kerr
Hunahpu e Ixbalanqué en el juego de pelota. Fuente: Vaso K1209 de la colección Justin Kerr

Posteriormente, los creadores utilizaron el barro para dar forma a la criatura humana, pero carecía de fuerza y de entendimiento. Después fue creado el hombre de madera cuya constitución física era la adecuada para un verdadero hombre; pero estos, aunque se multiplicaron, no tenían corazón, ni substancia, ni sangre, andaban sin rumbo y no recordaban a sus creadores. Por fin, en el tercer intento nace el hombre de maíz que cumplía con todas las expectativas de los dioses, aunque iban más allá de lo que estos esperaban ya que podían verlo todo y tenían un potencial de convertirse en dioses según los formadores; quienes obviamente no aceptarían tal cosa, pues serían comparables con ellos; por ese motivo la visión de los hombres fue limitada a través de un soplo proveniente del corazón del cielo, soplido dirigido a los ojos de estos hombres. Ya con la limitación de su vista, estos seres se convirtieron en la creación perfecta.

Aquí podemos identificar la materia utilizada para la creación del hombre, el maíz, que representa un elemento identitario en la cultura mesoamericana, característica que define puntualmente a la civilización Maya-Quiché, que históricamente se identifica con ese producto agrícola.

Después de narrar cómo se formó el universo y cómo se creó al hombre, se describe la geografía de la zona Maya y se narran diversos pasajes significativos que muestran la organización política de una civilización en la cual se evidencia la superioridad de un grupo sobre otro; esto por ser descendientes directos de los dioses, relato que representa de este modo los cimientos de la organización política bajo la cual se desarrollaron los miembros de esta cultura.

Finalmente podemos relacionar el Popol Vuh con otros mitos mesoamericanos e incluso con otras expresiones artísticas de los nativos, por ejemplo, con los cantos tristes, los cuales según Miguel León Portilla son obras de los cuicapicque o poetas nahuas poscortesianos.

Es grato saber que, en la actualidad, tanto los especialistas como la población promedio, ha cambiado su visión respecto a las creaciones artísticas propias de los pueblos originarios de Mesoamérica y esto se debe a que el interés en estos temas ha aumentado, además de que todo apunta a un nuevo modo de mirar y valorar estas perspectivas que distan de los prejuicios, que se dirigen hacia la realización de un análisis histórico verosímil.

Respecto al fundamento identitario de la civilización Maya-Quché que encontramos en el relato mítico Popol Vuh, podemos afirmar que hay una clara influencia de esta narración en la formación de su identidad cultural, ya que la sociedad Maya ve plasmado su pasado mediante su narración y la sustancia de las descripciones de los elementos divinos, naturales y ancestrales que tienen lugar en este mito se reflejan en la concepción del mundo que comparten los miembros de esta civilización y desemboca en la unidad cultural prevalente y en la construcción homogénea de su imaginario colectivo.

Referencias

[1] Mainland, Obrajero, Master Diccionario Enciclopédico, Barcelona, Olimpo Ediciones, 1993, p. 2660.

[2] De la Garza, Mercedes, El legado escrito de los mayas, México, FCE, 2008, p. 116.

[3] Ídem.

[4] Roldán Peniche, B., Mitología Mexicana, México, Panorama Editorial, 2002, p. 8.

[5] De la Garza, Mercedes, Op. Cit., p.117.

[6] López Austin, Alfredo, Las razones del mito, México, Ediciones Era, 2015, p. 135.

[7] Ibídem pp. 31-32.

[8] Ibídem, p. 24.

 

Violeta Rodríguez García