Trilogía de la Revolución: El Prisionero 13.


Entre los años de 1933-1935 el director mexicano Fernando de Fuentes realizó una serie de películas que hoy conocemos como la trilogía de la revolución, porque precisamente cada una de ellas transcurre en diferentes momentos del movimiento revolucionario. Dicha trilogía se compone de los filmes El prisionero 13El compadre Mendoza, y ¡Vámonos con Pancho Villa! Hoy, toca el turno de revisar El prisionero 13.

Estrenada en la Ciudad de México en el Cine Palacio el 31 de mayo de 1933, El prisionero 13 toma partido con los huertistas. La premisa de la película nos pone en tiempo entre los años de 1913-1914, bajo el gobierno de Victoriano Huerta y se centra en un primer momento en Marta, quien sufre del mal trato de su marido, el coronel Carrasco. Como consecuencia de esto, Marta huye llevándose con ella a su pequeño hijo de nombre Juan. Los años pasan y vemos a Juan convertido en un hombre que, por azares del destino, es capturado por los militares y llevado con un grupo de revoltosos. Éstos, sin saberlo, esperan que se cumplan las ordenes de Carrasco: el fusilamiento.

Sin embargo, Carrasco no sabe que su hijo es un prisionero. Ese giro, último de la trama en que se intenta salvar la imagen de los militares, cuando Carrasco al no poder detener el fusilamiento de su hijo despierta del sueño en el cual se encontraba, sin duda alguna queda fuera de tiempo. Más allá de analizar la calidad en el rango actoral de la película, que desde mi punto de vista sería algo sin sentido, ya que por estos años las producciones nacionales no destacaban por sus valores de producción, la película sí merece un análisis contextual del periodo en la cual se sitúa.

El general Carrasco, interpretado por Alfredo del Diestro, es quien lleva el eje principal de la cinta. Su personaje simpatizante del régimen huertista es un alcohólico, convenenciero, hipócrita y estafador; es una evocación clara y contundente a Huerta. Más allá de que se le represente o ubiquemos esta etapa por el cuadro colgado a la espalda del escritorio de Carrasco, es Carrasco mismo quien funge figurativamente como Huerta.

La representación de Carrasco sin duda tiene un trasfondo de corrupción y crueldad, que seguramente en la realidad era constante en la época huertista. La película al momento de su estreno no duró mucho en circulación; la presión por parte del ejército fue lo suficientemente fuerte como para retirarla de los cines. Aunque no hay una clara tendencia ideológica en el filme, aun cuando de corte histórico, podemos ver claramente una intencionalidad definida en mostrar a un cuerpo militar traicionero –o bien que no estaba comprometido con la sociedad–. Esta primera película de la trilogía de la revolución marcará la pauta de lo que vendría en El compadre Mendoza y ¡Vámonos con Pancho Villa!: una desmitificación de las figuras históricas.

Fernando Teodoro Gabino